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Despois de varias viaxes por Galicia con dúas empresas, coa correspondente reserva na páxina oficial da Xunta, remitín un escrito ao Servizo de Mobilidade da Consellería contando a experiencia. Para seguir loitando por un transporte digno e inclusivo, hai uns días participei nunha viaxe fóra de Galicia (Castela e León) xunto a uns amigos que non daban crédito ao que se pode chegar a escoitar. Por iso vou compartir parte dun informe que me pediron:  



«Agradezco que se pusieran en contacto conmigo para saber la valoración del primer viaje con su empresa. Lo que quizá no se esperen es que va ser agridulce.

En la sección de la página web «Movilidad accesible e inclusiva» intenté hacer la reserva con las cuarenta y ocho horas de antelación reglamentarias, pero no encontré ningún apartado para aclarar que iba una persona con movilidad reducida. Tuve que recurrir al número de teléfono y les hice esa observación. Para mi sorpresa me agradecen, por activa y por pasiva, la aportación, ya que no eran conscientes de que faltaba esa opción. A partir de ese momento, todo fueron facilidades. Esperaré un tiempo para ver si se corrige.

Llega el viaje de ida. Sin problemas, y además con todo tipo de detalles por parte del conductor, desde venir a traerme auriculares a insistirme si quería bajar en el breve tiempo de descanso en una parada. Sólo objetar que no era partidario de poner el cinturón de seguridad. Cambio de conductor y la llegada se complica, empezando por una estación de autobuses (inaugurada en el pasado diciembre, según me explicaron), sin accesibilidad a las dársenas y con muy poco espacio para desplegar la rampa de acceso, al situarse mal el autobús.

Durante la estancia, estaba prevista otra salida. Consulté con la empresa la disponibilidad de autobuses adaptados, me dieron los horarios de ida y vuelta, y allí nos presentamos. Como ya me esperaba…, el autobús no era accesible. Nada que objetar porque no tenía reserva previa, lo que me lleva a reivindicar, una vez más, que podamos viajar como cualquiera, que también a nosotros nos puede surgir un viaje de última hora.

Se nos acaban los días, llega la vuelta y ya se lía. Menos mal que una tiene “callo” en estos temas y no pierde la calma. Por si fuera poco que el autobús venía con un retraso considerable, se suma que tres personas (entiendo que tres conductores, por el uniforme) no son capaces de colocar unos anclajes, lo que aumenta el retraso. Con algunas de mis indicaciones lo fueron haciendo, eso sí, sin perder las formas y tirando de buen humor. Para que se den idea del desconocimiento de algo que les aseguro no lleva más de cinco minutos, uno de los conductores me dijo que si llevaba acompañantes, eran ellos los que tenían que “asegurarme” (esa fue la palabra que utilizó). Mis amigos, desconcertados con semejante despropósito, creo que no me perdonan perder ese posible “puesto de trabajo” en la empresa… Otro comentario fue que no sabía dónde estaban los anclajes. Y un detalle más, el cinturón de seguridad casi me quedo con él de recuerdo, porque lo llevé de adorno, como un collar… Algún conductor reconoció que nunca lo había visto.

Termino con dos interrogantes: ¿Para qué se hacen esas macro inversiones si después no se forma al personal para utilizar los recursos? ¿De qué sirve que hablen de “accesibilidad e inclusión” si la realidad es la que acabo de contar?».



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